Irene Savio
ROMA (apro).- Era un día nublado, a ratos lluvioso, y en la sala de los Horacios y Curiacios del Palacio de los Conservadores, sede del ayuntamiento romano, ya no cabía ni un alfiler. A las seis de la tarde, los líderes de seis países europeos se encontraban sentados detrás de una larga mesa rectangular cubierta por un mantel.
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