MÉXICO, D.F., 21 de enero (proceso).- Siempre ha sido difícil ponerse de acuerdo en qué se entiende por izquierda, pero hoy lo es más que nunca. Los principios de la publicidad aconsejan robar cualquier concepto que logra audiencia. De ahí la necesidad del pensamiento crítico: analizar la relación entre discurso y práctica, entre rumor y realidad. Por otra parte, en época de campaña electoral, la izquierda debe inevitablemente cumplir con dos objetivos que no siempre coinciden, uno inmediato y otro a largo plazo: ganar las elecciones y reafirmar su identidad. Triunfar en la elección equivale a conseguir una porción del poder; afirmar una identidad es construir una hegemonía, sin la cual no hay cambio posible.
Como cualquier otra identificación política, la díada izquierda/derecha está históricamente determinada. En los últimos 20 años ha surgido en México y en varios países de América Latina un nuevo tipo de izquierda, más pragmática, orientada a la construcción de amplias coaliciones que apuntan a reformas en los aspectos nocivos del ajuste neoliberal impuesto en los últimos 30 años. Con ciertos parecidos con los movimientos nacional-populares del pasado (en el sentido que dio Germani al concepto), están modificando la política y la economía de la región por medio de la competencia electoral, las masivas movilizaciones públicas y nuevos proyectos de integración de países latinoamericanos.
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