EL POLVORÍN SIRIO DESDE ADENTRO

DAMASCO, 3 de marzo (proceso).- Damasco da la sensación de que la Guerra Fría no terminó. La fachada de la Unión Nacional de Estudiantes sirios es de un realismo socialista desafiante, con un logo de dos puños cruzados aferrando una antorcha flameante. En un restaurante, una noche, advertí que el cantante que se oía en el estéreo era Julio Iglesias. Es como si el tiempo se hubiera detenido en 1982, cuando Hafez al-Assad, el presidente secular del país, aplastó una rebelión liderada por la Hermandad Musulmana en la ciudad de Hama.
En esa época había retratos de Hafez por todo el país. Ahora, las imágenes de su hijo, Bashar al-Assad, quien a los 46 años es el actual presidente, están en todas partes: frente a los edificios públicos, en oficinas y tiendas, en carteles publicitarios y ventanas de autobús. Cuando era joven parecía improbable que siguiera el ejemplo de su padre. Era calmado, estudioso y apolítico; asistió a la escuela de medicina, luego se marchó a Londres para especializarse en oftalmología. Su hermano mayor, Basil, era el aparente heredero, pero murió en un accidente de automóvil en 1994.


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