CIUDAD DE MÉXICO (apro-cimac).- En 1989 una amiga, a quien llamaré “Luz”, necesitaba interrumpir su embarazo. Ninguna sabía qué hacer, ni a dónde ir, ni a quién recurrir. El camino para poder llegar a un lugar seguro fue terrorífico y dos miedos nos acompañaron todo el tiempo: la muerte y la cárcel.
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