CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Al menos desde hace una década, Miguel Ángel Mancera ha sido más que testigo directo de la expansión del narcotráfico en la Ciudad de México.
Cuando en 2006, su entonces protector Marcelo Ebrard lo designó titular de la Procuraduría de Justicia local, ya sabía cuál era la dinámica de la delincuencia organizada y cómo estaba convirtiendo a la capital del país en uno de sus principales centros de distribución y consumo.
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