CUERNAVACA, Mor. (apro).- “No mames, se cayó la torre y corrimos. Luego vimos cómo la gente se había quedado en la ruta (transporte público) y corrimos a ayudar. Yo me metí hasta arriba del otro edificio, de ahí sacamos como a cuatro personas. Una de ellas estaba bien jodida, tenía un vestido rojo”, dice Martín, quien todos los días ocupa el crucero de Morelos y Degollado para limpiar parabrisas.
A las dos de la tarde con 14 minutos le tocó presenciar cómo el edificio central de la Torre Latinoamericana, ubicado en el centro de Cuernavaca, se desplomó sobre un camión con pasajeros de los llamados “chapulines”, que recorren 30 kilómetros entre las colonias Alta Vista hasta Civac, en Jiutepec. No lo pensó al socorrer a los afectados. Sin camisa, con algunos tatuajes en la espalda y brazos, lleno de polvo y empapado en sudor, no quiere ser grabado, pero sí accede a platicar su experiencia.
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