CIUDAD DE MÉXICO (apro).- El señor Domingo Adrián Vega García está como pasmado, viendo hacia el edificio caído del Laboratorio Cencon donde siguen atrapadas su hija Karina y otra compañera de nombre Guadalupe Rojas. El inmueble está siendo demolido “estratégicamente” por dos ruidosas retroexcavadoras que avanzan, forcejean con las ruinas hasta arrancarles rebanadas de concreto que avientan toscas a camiones de volteo.
Él clama, reclama, se indigna, a ratos se tranquiliza, camina para todos lados, en el intento de hacerse oír por marinos o militares para que detengan el macabro vals de esas máquinas en su destructor vaivén palante-patrás a la altura de Puebla 282, en la colonia Roma. Lo acompañan 200 jóvenes alistados como voluntarios para un rescate manual.
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