BEIJING, 28 de abril (proceso).- Hu vive cercado por desperdicios. Literalmente. Comparte con su esposa un cuartucho con un camastro y un par de fogones a un lado del local que le sirve de chatarrería. Atiende las frecuentes visitas de vecinos que se quieren deshacer de cintas de video, revistas o juguetes viejos. Pero lo rentable, susurra, es la chatarra.
Hu es feliz en el laberinto de callejuelas del viejo Beijing. “Sólo volveré a mi pueblo cuando me jubile. Es un lugar tranquilo, sin contaminación y la comida es barata. Pero no vayas si buscas trabajo”, advierte.
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