MONTERREY, NL (apro).- Coco (Coco, 2017), la nueva aventura de Pixar, utiliza, como principal insumo, materia cultural de México, en particular el Día de Muertos. La cinta moldea las tradiciones, ajustándolas a las necesidades de la producción, y la presenta al mundo como una comedia de animación espectacular, divertida y didáctica.
La mexicanidad que se muestra aquí está sobrecargada. La historia parece más bien un relato de Carlos Fuentes: la narración es bella, pero muestra al país como los gringos quieren verlo y como lo imaginan en el extranjero. Pero, con las generosas libertades que proporciona la creatividad, los realizadores Lee Unkrich y Adrián Molina, triunfan, al mostrar la que es, quizás, la más colorida de las películas de la prodigiosa fábrica de sueños inventada por John Lasseter.
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