Judith Amador Tello y Armando Ponce / CIUDAD DE MÉXICO (proceso).- Imaginar a Carmen Mondragón cabalgando, completamente desnuda, en el rancho de su familia no es difícil, puesto que su imponente carácter rompió con los cánones de su época y la llevaron a ser no sólo la reconocida y mítica pintora Nahui Olin, sino una mujer con muchos otros intereses, como la poesía, la filosofía, las matemáticas y las ciencias exactas. No hubo límites para su imaginación.
Pero esa sensual imagen que bien podría sumarse a las series de desnudos que le hicieron Antonio Garduño o Edward Weston, nunca existió. Sólo forma parte del imaginario, del mito construido en torno a la artista, en el cual se han incluido otros hechos falsos, como su locura y la miseria de sus últimos días que la orillaron, supuestamente, a vender sus fotos de desnudo en la Alameda Central vestida en harapos.
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