CIUDAD DE MÉXICO (apro).- El país se intranquilizó alrededor de las 8 de la noche. En los 300 distritos electorales comenzaron los indicadores de que estaba en operación un gran fraude, de escala inimaginable en la historia de la hegemonía priista, para frenar la derrota del candidato oficial Carlos Salinas de Gortari, Salinas Recortari, el personaje de ojos astutos, voz engolada, inteligencia tecnocrática que sería impuesto por su antecesor, Miguel de la Madrid.
La noche del 6 de julio de 1988 fue la más larga y trágica para la historia del PRI y del país. Y la más frustrante para quienes, como yo, a los 18 años creíamos que el lema maderista de “sufragio efectivo, no reelección” era posible.
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