CIUDAD DE MÉXICO (apro).- El gobierno de Andrés Manuel López Obrador se ha embarcado en una empresa sin retorno. Su decisión de ir en contra del millonario y tolerado robo de combustibles lo tiene ahora con las mismas probabilidades del éxito que del fracaso, aunque ha empezado a pagar costos por la escasez de gasolina porque está afectando la vida cotidiana y los ingresos de miles de personas.
Ni sus peores críticos cuestionan su propósito de actuar en contra del robo de las gasolinas. Lo que no está claro es la manera en que se tomó y operó esa decisión. Lo que ha dicho es que se cerraron ductos en el centro y el sur del país, incluidos los que abastecen a la capital y sus alrededores, en donde se da gran parte de la actividad económica del país. Pero no sabemos cuántos ductos fueron cerrados ni por cuánto tiempo más.
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