Ciudad de México (apro).- Este pasado 8 de enero, mi estimado lector de la presente, no sé si usted recordó, se cumplieron 377 años de la muerte de un hombre excepcional por su significado, acciones y decisiones determinantes para la humanidad, ya que fue símbolo del creciente conocimiento humano de la realidad en que vive y se mueve el mismo… así como de las contradicciones y enfrentamientos con la verdad revelada… verdad que en la cultura occidental… por más de 1500 años… dominó y dirigió vida y costumbres el sentimiento religioso judeocristiano… o sea la Iglesia católica, justo hasta el día en que Martín Lutero inició el nacimiento de las diversas iglesias disidentes, las llamadas reformadas.
La santa Iglesia católica, por su parte, de sus tres virtudes teologales que posee o está investida por la gracia de la divinidad… la fe, la esperanza y la caridad… de la última, dominada por su fe… poco uso hizo de la misma en su juicio contra nuestro recordado individuo… ni tan siquiera tuvo compasión y respeto por su edad llena de sabiduría… lo que explica que él mismo no tuviera ánimo para defender su dignidad como persona… por lo que hay estudiosos de su vida, como el dramaturgo Bertolt Brecht, que lo ven como uno de los científicos dispuestos a dejarse atropellar por el poder a cambio de llevar una vida y una investigación desinteresada de la realidad.
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