BERLÍN (apro).- El pasado 18 de junio se vio a Angela Merkel como nunca antes. En la ceremonia oficial de bienvenida al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ambos mandatarios estaban de pie en los jardines de la cancillería alemana rindiendo honores a sus respectivas banderas.
El himno del país anfitrión sonaba y súbitamente la canciller alemana comenzó a temblar. El movimiento incontrolable en piernas y hombros era evidente. Con rostro adusto en un par de ocasiones sujetó sus manos una con la otra como para intentar dominar su cuerpo. Fue en vano. Al fondo, miembros de su equipo de seguridad seguían inquietos el suceso.
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