CIUDAD DE MÉXICO (proceso).- Briseida Acosta cayó de hinojos sobre el tatami cuando se supo campeona panamericana. Se le doblaron esas columnas de ébano que tiene por piernas. Las lágrimas le bañaron la carita de niña que aún conserva a sus 26 años. En el camino del taekwondo había recogido medallas de plata y bronce, pero nunca una de oro. En sus primeros –y últimos– Juegos Panamericanos, los de Lima 2019, por fin llegó el metal más preciado.
Acababa de derrotar a la colombiana Gloria Mosquera por 10-5. Mientras se estaba preparando la ceremonia de premiación, llamó por teléfono a su mamá a Navolato, Sinaloa. Del otro lado de la línea Alma Rosa Balarezo se asustó. La escuchaba ahogada en llanto: “Mamá, no hallo qué hacer con esta alegría que no me cabe en el cuerpo…”.
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