MITILENE, Grecia.- En el norte de la isla de Lesbos, Khirrallah, una afgana de 65 años, bajita y con ropas rasgadas, disimula el cansancio con una sonrisa. Está exhausta por haber cruzado, en un precario bote de goma, las aguas del Egeo que separan Turquía, donde vivió durante meses, de Grecia. La anciana explica que ha dormido al raso, primero en la playa a la que llegó y luego en un descampado, custodiada por policías griegos.
La acompañan sus cuatro nietas, su hija y el marido de ella, así como otro centenar de familias, niños y jóvenes, en su mayoría afganos. Son los recién llegados a las islas del Egeo. Dicen que partieron después de enterarse por la televisión que se podía cruzar a Europa, luego de que Turquía amenazara con mantener la frontera abierta hasta que la Unión Europea (UE) la apoye en sus aventuras bélicas en Siria.
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