MÉXICO, D.F., 30 de marzo (proceso)- El 20 de noviembre de 2012, cuando López Obrador anunció su decisión de separarse del PRD y buscar la creación de su propio partido, muchas voces dentro del perredismo, en particular las vinculadas con su actual dirigencia, señalaron que finalmente se concretaba una división que estaba presente desde 2006 y que la salida de aquel personaje permitiría lograr la unidad del instituto político.
Sin embargo después de esa fecha surgieron muchas otras evidencias de que el PRD (para ni siquiera hablar de la izquierda en su conjunto, que está todavía más dividida) podría enfrentar un desmembramiento todavía mayor, entre las que destacan: las fricciones generadas por la decisión de la dirigencia nacional y sus más allegados (Nueva Izquierda y corrientes afines) de sumarse al Pacto por México; los enfrentamientos entre la dirigencia nacional y las estatales o al menos, integrantes de éstas por la formación de coaliciones para las elecciones de julio próximo; y finalmente las diferencias que se dejaron ver en días recientes con la aprobación de la reforma en telecomunicaciones y entre el actual jefe de Gobierno capitalino, Miguel Ángel Mancera y su predecesor, Marcelo Ebrard.
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