CIUDAD DE MÉXICO (proceso).- Además del lado bello de la historia que cuenta cómo los mexicas ya visitaban y rendían culto a los vestigios de lo que fue una inmensa y cosmopolita ciudad en su época (entre el año 200 y el 750 de nuestra era), la antigua Teotihuacán suma también relatos de destrucción, uso y abuso comercial y turístico, crecimiento urbano y acecho de los llamados “desarrolladores inmobiliarios”.
El último asalto de “la larga noche teotihuacana” (bautizada así por el reportero de Proceso, Roberto Ponce, cuando en el sexenio salinista quiso levantarse a la entrada de la magnífica urbe un centro comercial) es cuando en medio de la pandemia se iniciaron trabajos con maquinaria pesada en Oztoyahualco, ubicada en el perímetro B, para edificar un parque de diversiones.
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