CIUDAD DE MÉXICO (apro).– La antigua tradición política mexicana conocida como “tapadismo” no ha cambiado tanto como se cree. Cierto, antes se hacían conjeturas y vaticinios sobre el político –uno solo– que el presidente escogería como su sucesor, mientras que ahora las disquisiciones llevan a pronosticar varias candidaturas a la Presidencia de la República, las de los diferentes partidos o alianzas, pues desde el año 2000 ningún presidente –ni Zedillo ni Fox ni Calderón ni Peña– ha podido entregar la silla del águila a su delfín. Pero Andrés Manuel López Obrador ha terminado de restaurar el presidencialismo a ultranza y Morena no está muy lejos de convertirse en partido hegemónico (de hecho, como ocurrió con el PRI en la recta finisecular, ya se prevén desprendimientos del actual partido oficial para nutrir de presidenciables a la oposición), y por ello el grueso de las apuestas se concentra en su futuro(a) candidato(a).
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