CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Jesús Silva-Herzog Márquez define la democracia como “un régimen de contradicción”, en el que son posibles la diversidad, la discrepancia y los acuerdos. Sin embargo, la alternancia desembocó en un gobierno hiperpresidencialista empeñado en repartir dinero como un “ángel filantrópico” y en embestir instituciones y órganos autónomos. Para el ensayista, tal es el resultado del rechazo de la contradicción y la destrucción del sistema de partidos a partir de la elección de 2018. Con la autorización del autor y de la editorial, se reproduce un extracto del libro La casa de la contradicción, que ya circula en librerías bajo el sello Taurus.
El proyecto del lopezobradorismo no supone una simple erosión de las instituciones. Hablamos de erosión cuando contemplamos un desgaste lento de las piedras o de la tierra. La fricción constante del viento o la terquedad del agua carcome poco a poco las rocas y los suelos. Así trabaja la lima de la erosión. Lo que ha representado el lopezobradorismo es un ataque frontal a la arquitectura institucional de la República: demolición. Es difícil encontrar un espacio que se haya mantenido al margen de la embestida. Los órganos de la neutralidad, las cápsulas técnicas, los centros de investigación, los cuerpos regulatorios no solamente reciben la agresión retórica del presidente, sino el impacto de sus decisiones. La democracia unificada en la que cree se horroriza con la compleja polifonía que entrelaza voces, argumentos, perspectivas, ritmos. El populismo es un proyecto de simplificación democrática que se traza como objetivo el desmantelamiento de la complejidad.
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