CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- El 1 de diciembre de 1988 Carlos Salinas de Gortari, en su toma de posesión, bajo la sombra del fraude electoral, declaró: “El Estado moderno es aquel que mantiene transparencia y moderniza sus relaciones con los partidos políticos, con los grupos empresariales y con la Iglesia”.
La suerte estaba echada. La historia de México daría giros sorprendentes que importa recordar. La llamada modernización de Salinas contemplaba a la Iglesia Católica como interlocutora y aliada. El primer signo de que las tradiciones políticas cambiaban fue la invitación, en ese momento polémica, de altos prelados a la asunción presidencial salinista. En el acto estuvieron como invitados especiales el cardenal Ernesto Corripio Ahumana, arzobispo primado; Girolamo Prigione, delegado apostólico del Papa en México, y Adolfo Suárez Rivera, en su calidad de presidente de la CEM.
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