Por Renzo Anselmo*
A mediados del pasado enero, un buque petrolero maniobraba en la costa central peruana cuando –a decir de Repsol, la empresa responsable–, la erupción de un volcán submarino en Tonga provocó un “oleaje anómalo” que desató la catástrofe: comenzó un derrame de crudo que a la fecha llega a más de 11 mil barriles y que ha teñido de negro las playas del Callao, poniendo en riesgo a numerosas especies protegidas.
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