CIUDAD DE MÉXICO (proceso).- Desde la creación de su maqueta en 1796 por encargo al arquitecto y escultor valenciano Manuel Tolsá y Sarrió (1757-1816), y su colocación primigenia en la Plaza Mayor, El Caballito se convirtió en una obra de arte símbolo de esta ciudad, opacando incluso la figura del rey Carlos IV a quien muy poca gente reconoce en su montura.
El brioso animal, fundido en bronce, ha cabalgado por diferentes rutas de la urbe. Primero del taller de fundición ubicado ex profeso en el Colegio de San Gregorio al Zócalo, de ahí a la antigua Universidad en el centro, luego hacia el cruce de Bucareli y Paseo de la Reforma, hasta que en los años setenta el arquitecto Sergio Zaldívar Guerra imaginó para él un mejor destino en la calle de Tacuba, frente a otra de las monumentales obras del autor, el Palacio de Minería, hoy Plaza Tolsá.
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