Jesús Hernández Alcocer fungía como abogado sin serlo; pistola en mano, amenazaba para –por las buenas o por las malas– operar negocios y ganar litigios; sin pudor alguno alardeaba de su poder y de sus relaciones con los poderosos: jueces, magistrados, políticos, obispos y empresarios. Dos casos –la defensa de Onésimo Cepeda en un fraude millonario y un juicio por la custodia de cuatro menores de edad– lo muestran tal cual es… Ahora, durante la audiencia de vinculación a proceso por el asesinato de su esposa, dejó atrás la altivez y apareció en silla de ruedas, quejándose de males crónicos y pidiendo llevar su proceso en libertad.
Ciudad de México (Proceso).– Durante más de 20 años Jesús Hernández Alcocer operó litigios y negocios ganándose fama de ser un abogado que, por las buenas o por las malas, conseguía lo que quería.
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