¿Dónde comenzó la aceptación? ¿O sería más pertinente nombrarla resignación? ¿Cuándo sucedió que prefirieron al soldado armado pisando las calles? ¿Cuándo terminó por parecer normal que los militares fueran el último recurso para conseguir la paz entre las personas que habitamos este país? ¿De qué manera ocurrió que decidimos abrazar la cultura autoritaria que coloca al gobierno militar sobre los asuntos civiles?
Es incontrovertible: nuestra alma se militarizó y la inmensa mayoría quiere a las Fuerzas Armadas a cargo. Si nos asaltan en el transporte público, si el narcomenudista visita la escuela de las hijas, si la empresa criminal extorsiona nuestro negocio, si nos roban en la casa, si sufrimos un secuestro, si sucede la tragedia de un homicidio, queremos –de manera abrumadora– que sean los soldados quienes nos defiendan en primera instancia.
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