VOORBURG, HOLANDA, 31 de enero (apro).- “Nos acostumbramos a vivir con la tristeza de la muerte de nuestra hija Hester. Es la realidad, no la podemos traer de regreso. Pero además, después de tanto tiempo, francamente pensábamos que encontrar a su asesino sería un milagro”, confía Arsène Van Nierop, sentada junto a su esposo Roeland en el comedor de su casa a las afueras de La Haya.
“Estamos felices de que hayan agarrado al asesino”, explica Arsène, quien tras un profundo respiro afirma, con una sobria sonrisa: “¡Eso te da una nueva fuerza!”
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