MÉXICO, D.F., 25 de junio (proceso).- Cuando México participó por primera vez en un mundial de futbol femenil, en 1999, las integrantes de la selección nacional ni siquiera tenían una cancha para entrenar. Realizaban su preparación en un llano del Centro Ceremonial Otomí, en el Estado de México, donde driblaban vacas y borregos.
Después de 12 años, las jugadoras todavía no alcanzan el privilegio de concentrarse en las instalaciones del Centro de Alto Rendimiento (CAR) de la Federación Mexicana de Futbol (Femexfut). Ahí entrenan, pero duermen en Villas Tlalpan de la Conade, a unos 40 minutos de distancia.
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