México D.F., 22 de junio (apro).- Apreciado lector: la presente se debe a varios motivos. De inicio, la sincera satisfacción de que tantos millones de ustedes, los vivientes, se muevan felices en lo que Vargas Llosa etiqueta y critica duramente, en una civilización del espectáculo, pues es su legítimo derecho… y hacen muy bien en ejercerlo; se lo dice un servidor de ustedes, los vivientes, que tuvo la gran suerte de vivir en otra igual… ¿igual?… ¡para nada!… ¡mejor!… vean por qué hago tal afirmación.
Si E. Hemingway escribió que “PARIS ERA UNA FIESTA”, servidor dice y sostiene que esa frase va mucho mejor, se aplica de manera más correcta a la Roma de los césares, esto es, cuando la ciudadanía de Roma fue abandonando la rígida austeridad republicana, dando de lado los severos usos y costumbres de la misma y comenzó a caminar por la senda de lo que algunos historiadores denominan el período epicúreo… en el que le tocó vivir a servidor… más volviendo a E. Hemingway, bueno será recordar que cuando Augusto sumió el poder, el calendario tenía 76 días de fiesta… y cuando su último sucesor lo dejó, 175, o sea que eran festivos un día sí y otro no, por lo que justamente se puede decir que Roma era una fiesta continua.
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