MEXICO, DF, 3 de septiembre (proceso).- Hay en la bibliografía mexicana dos libros extraños y casi desconocidos, demasiado auténticos para ser apócrifos y demasiado apócrifos para ser auténticos: las Memorias de Sebastián Lerdo de Tejada (1890) y las Memorias de Victoriano Huerta (1915).
Todo parece indicar que el autor de estas últimas es Joaquín Piña (circa 1880-1968), un periodista de El Imparcial que todavía en los años 60 del siglo pasado colaboraba en la página editorial de Excélsior con la sección “Cartas de muertos a vivos”, y una columna de lunes a sábado en Últimas Noticias. Respecto a las primeras tuvimos que esperar al trágico 2011 para saber con toda certeza que su autor fue, en efecto, Adolfo Rogaciano Carrillo y para leerlas por vez primera con el prólogo íntegro que su autor escribió en 1926, poco antes de su muerte.
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