Una espada de Damocles sobre Miller, el torturador de Guantánamo

PARÍS (apro).- Era previsible. El 1 de marzo la juez de instrucción francesa Sabine Kheiris esperó en vano al general estadunidense Geoffrey Miller en su austera oficina del Palacio de Justicia de París.
Tristemente famoso por haber dirigido con mano de hierro –¡es un eufemismo!– el campo de detención de Guantánamo en Cuba antes de intervenir como asesor especial en la cárcel de Abu Ghraib, en Irak, Miller, hoy jubilado y retirado en Texas, desdeñó la orden para comparecer que le hizo llegar la juez a principios del pasado mes de febrero.


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