MÉXICO, D.F., 12 de noviembre (proceso).- Sin grandes sorpresas ni conflictos, sin debate y casi desapercibida para la gran mayoría de los universitarios, pues parecía una historia ya contada, se produjo la designación de José Narro Robles para un nuevo periodo como rector de la UNAM, donde tendrá complicadas tareas internas y externas.
En su nueva gestión, el rector tendrá que asumir a cabalidad lo que él mismo ha considerado como “pendientes” y que han sido incluidos en su programa de trabajo. Algunos de ellos son muy delicados, como la reforma del Estatuto del Personal Académico; sustentar las bases de actualización de la planta docente y de investigadores; obtener más recursos para el mejoramiento de la infraestructura, de la seguridad en los campus, de la cobertura y de la presencia nacional y cultural de la UNAM, pero, sobre todo, poner los cimientos de una verdadera transformación orgánica e institucional para estar a la altura de una sociedad que reclama y depende de la producción y transferencia de conocimientos y nuevos aprendizajes. El reto de las próximas décadas para una institución como la UNAM es verdaderamente monumental, pues se propone contribuir a edificar una sociedad democrática del conocimiento.
Adquiere una fotografía para ilustrar esta nota aquí