Exposición “Maya. El lenguaje de la belleza”, en Berlín

BERLÍN (apro).- Apenas habían pasado tres o cuatro días luego del nacimiento de un niño cuando su pequeña cabeza era aprisionada entre dos tablas que la presionaban de tal forma que luego de varios días el tierno cráneo cobraba una forma plana por detrás y alargada. El procedimiento, indoloro aunque incomodo, no reducía el tamaño del cráneo ni dañaba el desarrollo y actividad del cerebro, pero sí lo moldeaba. Se trataba de una costumbre arraigada entre el pueblo maya prehispánico y aplicaba para todos los estratos sociales y géneros.

El testimonio más fiel de dicha práctica es el famoso retrato de estuco de K’inich Janaab’ Pakal, el gobernante maya de Palenque. La escultura con más de mil años de antigüedad presenta el rostro afilado de un hombre, cuyos rasgos faciales se pueden admirar a detalle: pómulos prominentes, nariz larga y aguileña,  labios delgados y una cabeza larga y plana. Sobre su frente y sienes caen mechas de cabello escalonado que recuerdan las hojas de maíz y cuyo efecto visual alarga aún más la cabeza. Este alargamiento de cráneo hace pensar a los arqueólogos investigadores que tal “deformación” era una evocación que hacían los mayas del dios del maíz, Bolon Mayel.



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