Wilbert Torre
MEXICO, DF, 7 de enero (proceso).- Rafael Hernández despertó antes de las seis de la mañana y se sentó al filo de la cama. Había tenido días difíciles “””extrañaba a sus hijos y lo mataba la monotonía de su empleo de vendedor en una tienda de televisores en Nueva York””” pero el martes 11 de septiembre de 2011 amaneció de mejor humor: Arned Azis, su patrón, un musulmán paquistaní, le había autorizado unos días para recuperarse de seis semanas de trabajo sin descanso. Se lavó la cara y los dientes, se vistió, se revisó los bolsillos para asegurarse que llevaba las llaves y la placa que siempre portaba con él y salió del departamento que rentaba en la avenida Roosevelt, en Queens.
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