PRISMA INTERNACIONAL / MANAGUA (apro).- Escoltados por decenas de efectivos de su seguridad personal y policías, el viernes 13 Daniel Ortega y Rosario Murillo entraron a la ciudad de Masaya –a unos 24 kilómetros de la capital nicaragüense– donde, en vez del desborde popular, un gesto de desprecio les golpeó la cara a lo largo de casi un kilómetro de su recorrido: la gente no salió de sus casas, las viviendas permanecieron cerradas y las calles, en silencio.
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