“¿A qué se debe?”

CIUDAD DE MEXICO (apro).- Respetable Tío Lolo: estoy de acuerdo con usted; como ha expuesto en carta a este buzón, cada ser humano es un nudo de contradicciones difíciles de desatar, lo que hace difícil desarrollar una personalidad clara y precisa, por lo que la mayoría se encuentra braceando desesperadamente en el agitado mar de la confusión y de la duda, sobre todo de cuando tienen que elegir entre el bien y el mal, tan difícil decisión que puede dar como consecuencia el marasmo, es decir, a la suspensión, a la inmovilidad en lo moral y/o en lo físico, aunque no faltan los que (¿por ignorancia, desidia, temor, conveniencia?), de todos los entes que pudieran ser, dejan que vaya tomando forma el rufianesco y brutal Míster Hyde que termina imponiéndose a la forma del bien intencionado pero ingenuo Doctor Jekyll que haber sido. ¿Y eso a qué se debe? Ese hecho es uno de los que más desconcierta e inquieta a servidor; en ocasiones, ocurre que, una posible respuesta es que a las criaturas humanas, a lo largo de su vida, desde la cuna hasta la tumba, en verdad lo que más los excita, encanta y más satisface es el juego, como informó Johan Huizinga, filósofo e historiador, holandés él, en su conocido libro “Homo ludens”. Esa teoría, una vez más, se ha confirmado y puesto en evidencia en estos días de junio, con los campeonatos jugados en Europa y América, con el deporte de las patadas, el futbol, que se ha convertido en la comidilla del día en todos los medios de comunicación, de acaloradas conversaciones entre amigos y comentarios de desconocidos que se escuchan en transportes o lugares públicos y hasta los dueños de cantinas y restaurantes anuncian que en sus negocios pondrán en sus pantallas tal o cual partido, como anzuelo para atraer clientes.

Por lo escrito hasta aquí, considero que puede juzgarse que hay sus diferencias entre juego y deporte. Para Huizinga así es; para él, el progreso de nuestra sociedad, basado en el consumismo (pues sin él sufriría un colapso), con su técnica e industrialización, ha ido perdiendo importancia el elemento lúdico en beneficio de la competencia, que por su acuciante persecución del triunfo puede llevar a cometer actos aberrantes y de una saña brutal. Huizinga también nos advierte que en todo juego, e incluso en el deporte, pueden existir y existen tramposos y aguafiestas.



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