CIUDAD JUÁREZ, Chih., 23 de abril (proceso).- A partir de las nueve de la mañana la oficina de la Secretaría de Fomento Social parece una sala de maternidad. Por la puerta entran jovencitas que cargan bebés de meses, rodeadas de chiquillos un poco mayores que se les aferran a la ropa. Se anotan en una lista y esperan a que alguna trabajadora social las llame por su nombre de casadas.
“¡Señora Parra!… ¡señora Hernández!… ¡señora Ruiz!”, se escucha desde la recepción.
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