Munich, 3 de junio (apro).-Peter Zierler, tirador estrella y experto de la empresa productora de armas alemana HSW, acababa de instruir a un grupo de policías estatales de Guerrero sobre el uso del fusil de asalto SG38, cuando éstos salieron con las nuevas armas a reprimir una manifestación estudiantil que dejó un saldo de dos jóvenes muertos.
La violencia en esos hechos, en los que el propio alemán estuvo a punto de ser baleado por un estatal, le hicieron cobrar conciencia de lo oscuro del negocio con el que se ganaba la vida: armas fabricadas con tecnología de punta para ser vendidas, sin escrúpulos, a regiones del mundo –como México– donde el respeto a los derechos humanos no existe, pero sí una violencia exacerbada que mata a ciudadanos.
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