CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Enfermo de sus facultades mentales, Rigoberto Adame Mejía, de 40 años de edad, solía pasar la vida caminando afuera de su casa, sin hacerle daño a nadie.
La gente no le daba miedo, pero sí cruzar la calle. Quizá imaginaba que de hacerlo ya no encontraría el camino de regreso.
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