CIUDAD DE MÉXICO (proceso).- Tenía apenas 22 años pero Ismael Hernández sentía que ya era uno de los mejores pentatletas del mundo. Llegó a la última prueba del Campeonato Mundial de Roma 2012 confiado porque, a tan corta edad, ya había calificado a la final. Ese era un resultado que ni el experimentado Óscar Soto había logrado en ese certamen. Veía sus primeros Juegos Olímpicos, en Londres, al alcance de la mano.
Había hecho la competencia de su vida. Un puntaje extraordinario en esgrima, contrario a cualquier pronóstico en la prueba que sigue siendo su talón de Aquiles. Su mejor marca en natación, y había llegado en primer lugar en la prueba combinada de tiro-carrera. Faltaba sólo la equitación. Ismael vio que el caballo que le tocó en el sorteo era difícil. Derribó al chileno que lo montó primero. Tan rejego estaba el animal que le ofrecieron cambiarlo. “En mi arrogancia dije ‘no, yo puedo con el caballo’”, recuerda.
Adquiere una fotografía para ilustrar esta nota aquí