Ariel Dorfman*
Ariel Dorfman*
Ariel Dorfman*
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Nada es familiar en un mundo que se ha vuelto estrecho y ajeno.
Todo lo que creíamos estable y predecible parece ahora enmarañado y amenazante. No es posible ya interactuar con la familia o los amigos cara a cara, ni menos abrazarlos o tocarlos, y las rutinas, códigos y hábitos a que nos habíamos acostumbrado ya no sirven para navegar el día a día.
Nicolás Maduro ha invocado frecuentemente la figura señera de Salvador Allende, muerto en Santiago de Chile en 1973 en un golpe apadrinado por los Estados Unidos. Como alguien que trabajó con el presidente socialista chileno durante los últimos meses de su gobierno, imagino así los consejos que Allende le dirigiría a su díscolo colega venezolano desde el otro lado de la muerte:
Señor Presidente Nicolás Maduro:
CIUDAD DE MÉXICO (proceso).– Cleo, la sirviente protagonista inmortalizada en Roma, la película de Alfonso Cuarón, ha conquistado al público de Estados Unidos y, sorpresivamente, a los votantes del Oscar, que nunca antes habían dado semejante reconocimiento –¡nada menos que 10 nominaciones!– a un ejemplar del cine de nuestro continente.
Si el éxito de la obra maestra de Cuarón suscita orgullo a los latinoamericanos, también nos deja con una serie de preguntas inquietantes, tanto para nosotros como para los habitantes de la tierra de Lincoln y Trump.