Presidente piromaníaco

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso). – Protestas, automóviles incendiados, periodistas arrestados, la Casa Blanca con las luces apagadas y Donald Trump atrincherado en un búnker oculto. Y la imagen más impactante de todas: miembros del Ejército estadunidense parados frente al Memorial erigido en nombre de Abraham Lincoln, el presidente que acabó con la esclavitud y por ello pagó con su vida.

Uniformados, amenazantes, impidiendo el paso al recinto donde está grabado el discurso más famoso que pronunció –el de Gettysburg– en plena Guerra Civil, luego de cientos de miles de muertos.

Presidente piromaníaco

CIUDAD DE MÉXICO (proceso).- Protestas, automóviles incendiados, periodistas arrestados, la Casa Blanca con las luces apagadas y Donald Trump atrincherado en un búnker oculto. Y la imagen más impactante de todas: miembros del Ejército estadunidense parados frente al Memorial erigido en nombre de Abraham Lincoln, el presidente que acabó con la esclavitud y por ello pagó con su vida. Uniformados, amenazantes, impidiendo el paso al recinto donde está grabado el discurso más famosos que pronunció –el de Gettysburg– en plena Guerra Civil, luego de cientos de miles de muertos. “Que esta nación tendrá un nuevo nacimiento de libertad y que el gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo no perecerá de la tierra”. Palabras y aspiraciones hoy puestas en duda por un presidente que ha gobernado polarizando y dividiendo y destruyendo. He ahí los resultados: Estados Unidos en llamas y gobernado por un piromaníaco.

No es la primera vez que el descontento social se vuelca a las calles para reclamar, para manifestar su insatisfacción con el statu quo y buscar cómo cambiarlo. Basta recordar la turbulenta década de los sesenta: los asesinatos de John F. Kennedy, de Bobby Kennedy, de Martin Luther King. Los motines en muchas ciudades y múltiples universidades. La lucha –muchas veces violenta– por los derechos civiles. Las manifestaciones multitudinarias contra la Guerra de Vietnam. Batallas de sangre y fuego, muertos y heridos. Pero aun en los momentos más turbulentos de esa era, siempre hubo rutas institucionales de salida. El Partido Republicano y el Partido Demócrata lograron ponerse de acuerdo para firmar el Acta por los Derechos Civiles y hubo un acuerdo bipartidista para destituir a Richard Nixon. Había posibilidad de pactos, de negociación, de bomberos bipartidistas para apagar el fuego.

Felipe Calderón: decisiones erróneas

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso). – Confieso que la decisión más difícil que enfrenté ante el libro de Felipe Calderón, Decisiones difíciles, fue sentarme a leerlo.

El protagonismo político, público, partidista y tuitero de Calderón me produce escozor. Soy de las que piensa que el papel de quienes ya dejaron la silla presidencial debe ser otro. Regresar a la academia y al análisis de los grandes temas globales al estilo de Ernesto Zedillo, o volver al activismo y a la tarea de empoderamiento cívico al estilo de Barack Obama.

Felipe Calderón: decisiones erróneas

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Confieso que la decisión más difícil que enfrenté ante el libro de Felipe Calderón, Decisiones difíciles, fue sentarme a leerlo. El protagonismo político, público, partidista y tuitero de Calderón me produce escozor. Soy de las que piensa que el papel de quienes ya dejaron la silla presidencial debe ser otro. Regresar a la academia y al análisis de los grandes temas globales al estilo de Ernesto Zedillo, o volver al activismo y a la tarea de empoderamiento cívico al estilo de Barack Obama.

Entender que ya tuvieron la oportunidad de ejercer el poder y después la incidencia debe ser de otra manera. Pero el texto de Calderón revela a un rottweiler político que se rehúsa a abandonar el ruedo. Es un animal político desacostumbrado a la desatención. La quiere, la necesita, la anhela. Por eso su promoción de la candidatura presidencial de Margarita Zavala. Por eso sus perennes pleitos tuiteros. Por eso la creación del partido México Libre. Y por eso la publicación de un libro cuyo objetivo central es argumentar que fue mejor presidente que Andrés Manuel López Obrador.

Reabrir México: ¿cómo y cuándo?

Andrés Manuel López Obrador tiene prisa. Prisa por decretar que ya se aplanó la curva del coronavirus, prisa por reabrir la economía, prisa por declarar el fin de la pandemia.

Poco importan la cifras o los cuadros o las conferencias nocturneras de Hugo López-Gatell o los muertos por venir. Lo suyo es la política, no la salud. Y por eso quiere que el país suspire de alivio y piense que lo peor ha pasado.

Reabrir México: ¿cómo y cuándo?

 

CIUDAD DE MÉXICO (proceso).- Andrés Manuel López Obrador tiene prisa. Prisa por decretar que ya se aplanó la curva del coronavirus, prisa por reabrir la economía, prisa por declarar el fin de la pandemia. Poco importan la cifras o los cuadros o las conferencias nocturneras de Hugo López-Gatell o los muertos por venir. Lo suyo es la política, no la salud. Y por eso quiere que el país suspire de alivio y piense que lo peor ha pasado. Ve las encuestas y sabe que la población aprueba su manejo del tema sanitario, pero desaprueba su manejo del tema económico. Le urge anunciar que México renace, reactiva y echa a andar todo lo que se ha parado. Pero así como desestimó el impacto de la covid-19, desestima las implicaciones de regresar a la actividad económica sin un mapa de ruta. Si el gobierno no tiene un plan bien trazado y mejor ejecutado, acabará en el peor de ambos mundos: con miles de mexicanos infectados y con una reapertura económica precipitada que los produjo.

Matar al Estado

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Con la crisis del coronavirus habrá muchos decesos. Y uno de los más dolorosos será el provocado por el propio presidente. Decreto tras decreto y en nombre de la austeridad, Andrés Manuel López Obrador está matando al Estado mexicano, amputándole las piernas, cortándole las manos, extirpándole los órganos vitales. Margaret Thatcher y Ronald Reagan, los artífices del paradigma neoliberal, seguramente aplaudirían el asesinato que está fraguando en Palacio Nacional. Los conservadores querrán izarlo en hombros por llevar a cabo el austericidio con el cual siempre han soñando, desde tiempos de Carlos Salinas.

Habrá quienes justifiquen este asesinato, aludiendo a los privilegios que se perderán y a los “altos funcionarios” que se castigarán. Habrá quienes celebren los recortes salariales y la pérdida de derechos laborales, sin entender que un subdirector dentro de la administración pública federal –afectado por los recortes anunciados– sólo gana 20 mil pesos al mes. Habrá quienes subestimarán el valor del Estado y su centralidad para la vida democrática. Creerán que nos deshacemos de una fuerza perniciosa, heredada del “modelo neoliberal”, y celebrarán su defunción. Se sumarán jubilosos a la cruzada antiestatista del presidente, sin comprender que el Estado provee servicios que el sector privado no puede ni quiere cubrir. La salud, la educación, el transporte, la protección de derechos, los programas para las mujeres y tantos rubros más, ahora eliminados, ahora en riesgo. El Estado mexicano a diario enfrenta y lidia con una multiplicidad de temas administrativos que tienen poco que ver con la ideología política.

Hugo López-Gatell: ¿científico o político?

 

CIUDAD DE MÉXICO (proceso).- Me hubiera gustado ser asistente de investigación de Hugo López-Gatell cuando estudió en la Universidad Johns Hopkins. Hubiera sido un privilegio escuchar sus cátedras epidemiológicas, presentadas con la claridad y el carisma que lo caracterizan. Hubiera sido un placer aprender del que fuera un investigador bien formado, autor de numerosos estudios publicados en revistas especializadas a nivel internacional. Un profesional de primera, abocado al método científico riguroso y a la presentación de la verdad sin cortapisas, sin sesgos ideológicos o imperativos políticos. Seguramente López-Gatell alguna vez fue así, parecido al doctor Anthony Fauci –asesor del gobierno estadunidense en temas de coronavirus– al que admira, pero cuyo comportamiento no logra emular.

4T feminista

 

CIUDAD DE MÉXICO (proceso).- Hay feministas maravillosas en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Mujeres empoderadas, mujeres inspiradoras, mujeres que han dejado una buena huella tras de sí. Nadine Gasman, de Inmujeres, tan lúcida y sensible. Luisa María Alcalde, tan inteligente y visionaria. Malú Micher, tan congruente y auténtica. Rosaura Ruiz, tan preparada y pujante. Tatiana Clouthier, tan vital y entrona. Paula Soto, alzando la voz desde hace años. Ellas y tantas más llevan años pavimentando el camino para las que vienen detrás. Llevan años iluminando, empujando, proponiendo, demostrando a través de su propia trayectoria cuánto se puede hacer y cuánto es necesario proponer. Han contribuido a crear un México más abierto, más libre, donde las mujeres crecen viendo y entendiendo que son tan capaces como los hombres parados delante de ellas.

¿Por qué estamos polarizados?

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Ahí estoy en una fotografía, parada junto a Margarita Zavala. Ahí estoy en otra, sentada junto a Javier Corral. Esas y otras son usadas a diario para tildarme de panista o prianista o calderonista o conservadora o saboteadora o traidora. No importa que en las últimas tres elecciones presidenciales haya votado por Andrés Manuel López Obrador. No importa que la fotografía con Margarita haya sido tomada hace cuatro años, cuando fui condecorada por el gobierno de Francia con la Legión de Honor por mi trabajo a favor de las mujeres, y ella estaba entre los invitados a la ceremonia. No importa que Javier Corral –durante décadas– fuera considerado un aliado de la izquierda por su oposición al desafuero y su lucha contra el duopolio televisivo y su pelea con Peña Nieto por la corrupción de Duarte y el uso político del Ramo 33. No importa que yo haya sido crítica constante de los defectos del sistema político y económico, a lo largo de los últimos seis sexenios y eso esté constatado en libros, columnas, tuits, conferencias, programas de radio y televisión. No importa que lleve 30 años siendo feminista: marchando, escribiendo, participando y exigiendo derechos, incluyendo el derecho a decidir. Mi trayectoria ha sido borrada y distorsionada para crear una mujer de paja, que después la 4T procede a quemar.

Mi caso no es excepcional; es un fenómeno común que nace de la política polarizada que va asolando al país. El analista Ezra Klein lo describe a lo largo de su nuevo libro Why We’re Polarized. En México actualmente –al igual que en Estados Unidos– prevalece la lógica de la polarización, y todas las fuerzas políticas recurren a ella. Para apelar a una población a la que conviene confrontar, las instituciones y los actores políticos actúan de maneras cada vez más polarizadas. Un bando usa el epíteto “fifí”, mientras el otro acuña la descalificación “chairo”. Los lopezobradoristas tildan a sus críticos de “conservadores” y la oposición califica al presidente de “populista”. Y entonces el debate no se centra en las ideas; gira en torno a la identidad. No importa lo que argumentes sino quién se supone o se dice o se cree que eres.