Temporada Grande 2019-2020:  La Plaza México: toros mansos y los tendidos, semivacíos

CIUDAD DE MÉXICO (proceso).– Comprometida con ganaderos amigos, con las figuras importadas de siempre y con su peculiar manera de promover la fiesta de los toros, la empresa Tauroplaza México, S.A. de C.V., propiedad de Alberto Baillères y Javier Sordo, ambos empresarios y ganaderos, no atina a comprometerse con la tradición taurina, con la bravura ni con el público en el tercero de los cinco años acordados con el propietario de la Plaza México, Antonio Cosío Ariño.

Luego de 23 años de autorregulada y poco transparente gestión de la plaza a cargo de la mancuerna Miguel Alemán Magnani –hoy demandado por Televisa– y Rafael Herrerías Olea, el aficionado abrigó la esperanza de que la nueva empresa –Baillères lleva más de medio siglo como empresario taurino y es propietario de plazas en Aguascalientes (2), Guadalajara, León, Monterrey, Ciudad Juárez, Irapuato, Acapulco y Mérida (2), más cinco ganaderías, una de ellas en España– sabría remontar los mediocres niveles de la empresa anterior. 

Centenario del natalicio de Manolete: Lupe Sino y su peliculesco regreso a México

CIUDAD DE MEXICO (apro).- Reza el dicho que “la suerte de la fea, la bonita la desea”, y en el caso de la guapa Antonia Bronchalo Lopesino -Sayatón, Zaragoza, España, 6 de marzo de 1917-Madrid, 13 de septiembre de 1959-, conocida en el medio artístico y taurino como Lupe Sino, considerada mexicana por malos periodistas, el refrán adquiere tintes dramáticos.

De cuna muy humilde, Lupe fue la segunda de nueve hermanos y, al mudarse su familia a la capital de España, en 1931, debió trabajar como sirvienta, si bien al poco tiempo y dada su gracia, esbelta figura y bello rostro de verdes ojos, empezó a hacer cabaret, así como pequeños papeles en el cine. Hay quienes afirman que en octubre de 1937 casó por lo civil con Antonio Verardini, un militar del IV Ejército Republicano, unión que terminó en 1940. Tres años más tarde conoce a Manuel Rodríguez Manolete -Córdoba, 4 de julio de 1917-Linares, 29 de agosto de 1947-, con quien mantendrá una escandalizante relación sentimental hasta la oscura muerte de éste, no sólo por la cornada de Islero, de Miura, sino por habérsele suministrado, por órdenes del médico de la plaza de Las Ventas, Luis Jiménez Guinea, un plasma en mal estado que diez días antes ya había cobrado muchas víctimas en el puerto de Cádiz tras la explosión de un arsenal.