Ayotzinapa, una novela gráfica

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Los rasgos de Margarito Guerrero se advierten en trazos lúgubres frente a la silueta humana en la que se adivinan los pies bajo la sábana formada a puro manejo de luz. Al cuadro siguiente, los contornos de torso y cabeza quedan en blanco, enmarcados por el dibujo de pies, unos con dedos engarruñados y otros extendidos, así como por una formación dental que en nada se parecía a la dentadura de Jhosivani, el hijo de Guerrero.

El 27 de septiembre de 2014, a Margarito Guerrero –quien tiene por sobrenombre Benito– le avisaron que fuera a reconocer a Jhosivani en el Servicio Médico Forense y, luego de abrazar el cuerpo inanimado, reconoció las diferencias con los rasgos de su hijo, estudiante de la normal de Ayotzinapa, hasta hoy desaparecido. Pronto se sabría que se trataba de Julio César Mondragón.



Adquiere una fotografía para ilustrar esta nota aquí