CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Uno de los atributos de la cinta Baby: El aprendiz del crimen (Baby Driver, EU-2017), es que posee un extraordinario sentido del tiempo; en otras palabras, posee un “ritmazo”, tanto en su edición como en su diseño sonoro. Y es a través de su ritmo que nos engancha, como una buena canción pop. Pero nada más porque en su trama, sobre todo al final, está más cercana al churro hollywoodense que a una buena película de entretenimiento.
Dirigida por Edgar Wright, Baby es un emocionante filme de autos y ladrones, persecuciones musicalizadas y recuerdos dolorosos que son bloqueados gracias a un fabuloso soundtrack.
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