CIUDAD DE MÉXICO (apro).- El mayor problema no consiste en la filtración de informaciones sobre ingresos y patrimonios, sino en el origen de los mismos. En Estados Unidos se proyectó la idea de que lo más grave no eran los malos manejos políticos del Comité Nacional Demócrata ni las mentiras de los colaboradores de Trump, sino las intolerables filtraciones.
Así se han puesto las cosas también en México. La presidenta del PRD, en lugar de encarar una denuncia por enriquecimiento ilícito, exige que se persiga al filtrador de su inexplicado patrimonio. No pocos medios de comunicación le han seguido el juego. Mas lo peor es que un partido alguna vez inventado para unir a toda la izquierda hacia la conquista de un nuevo régimen político, se encuentra ya tan comprometido con el viejo sistema que sólo exige castigo a quien filtró, pero no critica a quien ocultó un patrimonio que debió declararse y justificarse.
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