CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Ser burócrata no necesariamente implica masticar chicle todo el día y darse escapadas recurrentes a las garnachas; en muchos casos las exigencias son más parecidas a la esclavitud medieval que a un trabajo medianamente digno. Jornadas de hasta 48 horas, acoso sexual, despidos abruptos, nulas prestaciones de ley, amiguismo y sueldos miserables conforman el día a día de los trabajadores del Estado.
Bajo la figura de trabajador de confianza, cobro por honorarios e incluso outsourcing, las dependencias gubernamentales y los organismos autónomos han doblegado los derechos laborales de sus empleados. En todos los niveles hay denuncias y evidencias de que el Estado viola las leyes que debería salvaguardar y hacer cumplir.
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