“Carta a H. K.”

México, D.F. (apro).- Querido y respetado Henry Kissinger: ante todo mi admiración y agradecimiento. Admiración, por su inteligencia y sus capacidades. Agradecimiento, por sus grandes servicios a los Estados Unidos de América. Gracias también por no haber defraudado, traicionado, el ser un predestinado por partida triple: por ser de origen judío, pueblo elegido de Dios; por haber nacido en el país, del que usted dijo: “Pobre vieja Alemania, demasiado grande para Europa, demasiado pequeña para el mundo”, y por haber tenido la inteligencia de hacerse ciudadano del país más poderoso del mundo: Estados Unidos.

Por otra parte, me regocija en extremo su último libro: “El orden mundial. Reflexiones de carácter de las naciones y el curso de la historia”, por ser el mismo continuación y resumen de su filosofía política, en el que muestra que sigue siendo fiel a la necesidad de la violencia, a la ley del picotazo todo lo fuerte que sea necesario para establecer la paz y el orden, teoría debido al etólogo y zoólogo Konrad Lorenz y sus partidarios. Violencia que ha movido en diferentes ocasiones a diversas naciones del Mundo Occidental y Cristiano para llevar la verdadera fe a pobres y embrutecidos salvajes de otras tierras o bien a enseñarles los beneficios de la libertad, la democracia y la cultura a otros pueblos sumidos, para su desgracia, en gobiernos, en usos y costumbres que si bien pudieron ser útiles en el pasado, se convirtieron en inoperantes. Repito, a enseñarles a que aprendieran a superar su retraso y así, por su propio esfuerzo, fueran capaces de acceder a las ventajas y felicidad que ofrecen la libertad, la democracia y la cultura en sí, como lo hicieron en sus respectivos momentos España, Portugal, Inglaterra, Francia, Holanda, Bélgica.



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