CIUDAD DE MÉXICO (proceso).- Querido Enrique, no así, querido presidente. Hay, me afano aún en creerlo, una distancia entre el hombre que usted es y el que se expresa en el cargo que detenta. No digo con ello que no haya mucho de Enrique Peña Nieto en las acciones y los discursos del presidente. Digo que usted, en tanto ser humano, es más que esa parte de sí que, en su actuar como representante del Ejecutivo, tiene sumido al país en un horror más profundo que el que heredó de la administración pasada.
Quiero, en este sentido, apelar al corazón que me dijo poseer cuando le reclamé lo contrario en nuestro diálogo en el Alcázar del Castillo de Chapultepec, el 28 de mayo de 2012. Si es así, será capaz de comprender mi crítica y darnos una respuesta en el sentido del corazón, cuyas razones, decía Pascal, la razón –que muchas veces es inhumana– desconoce.
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