CIUDAD DE MÉXICO (apro-cimac).- En su momento nadie atendió la denuncia de Mireya Agraz Cortés: ni los agentes de investigación de la Procuraduría capitalina, ni mucho las impartidoras de justicia del Tribunal Superior de Justicia. A lo largo de siete años todas esas instancias la ignoraron, nadie le creyó y, quienes encontraron evidencia de su dicho, prefirieron ocultarla.
La trágica historia comenzó con una denuncia por violación sexual infantil y terminó cuando las instituciones encargadas de proteger a las víctimas se excusaron y decidieron hacer caso omiso, lo que presumiblemente llevó a Mireya a suicidarse junto a sus tres hijos, su padre y su madre antes de que su expareja siguiera abusando sexualmente de los tres menores de edad.
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