CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Sin duda, la debacle política que hoy vive Bolivia empezó a gestarse el 21 de febrero de 2016, día en que se celebró el referendo para preguntar a los bolivianos si estaban de acuerdo en modificar la Constitución para que el entonces presidente Evo Morales pudiera postularse a un cuarto mandato consecutivo.
La consulta se saldó con un 51.3% por el “No” y 48.7% por el “Sí”. El líder aymara ya había adelantado que “si ganamos será por pocos votitos, y si perdemos será por pocos votitos”. Pero él y sus asesores políticos no supieron, o no quisieron, interpretar que ese escaso 2.6% de diferencia era el sentir real de una población ya de sí fuertemente polarizada.